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¿Alguna vez quisiste ABANDONAR a un ser querido? | SUNCOAST

Si alguna vez quisiste abandonar a alguien que te necesita, mira este video.


Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Clearwater, Florida, donde el sol brillaba con fuerza sobre el hospicio Suncoast, vivía una joven llamada Doris. Yo era Doris, y mi vida giraba en torno a mi hermano Max, quien yacía en una cama de hospital, luchando contra un monstruo invisible llamado cáncer cerebral. Max era mi sol, mi compañero de aventuras, pero ahora, su luz se apagaba poco a poco, y yo, a mis dieciséis años, me sentía como una sombra tratando de mantenerlo vivo.


Nuestra madre, Kristine, era una guerrera incansable. Trabajaba día y noche para pagar las cuentas y cuidar de Max, pero su amor, aunque fuerte, estaba teñido de cansancio y dolor. Yo la amaba, pero a veces, cuando la veía llorar en la cocina, sentía que el peso del mundo caía sobre mis hombros. Era como si el amor que nos unía también nos atara a una tristeza sin fin.


Un día, mientras caminaba por el hospicio, conocí a un hombre extraño llamado Paul. Era un activista que protestaba por el caso de una mujer llamada Terri Schiavo, cuya vida pendía de un hilo en el mismo lugar donde Max luchaba por la suya. Paul era excéntrico, con una risa que resonaba como campanas, y pronto se convirtió en mi amigo. En él encontré un refugio, alguien que me escuchaba y me hacía reír, algo que había olvidado cómo hacer.


Pero la vida no era solo risas. La rabia también me visitaba, como un lobo feroz que aullaba en mi pecho. Me enfurecía ver a Max sufrir, me enfurecía que mi madre no pudiera estar más presente, y me enfurecía que el mundo siguiera girando mientras mi familia se desmoronaba. Una noche, en una fiesta a la que escapé, bailé con furia, como si cada paso pudiera alejar el dolor, pero al final, solo me sentí más sola.


Sin embargo, en medio de la tormenta, había momentos de euforia, como destellos de luz en la oscuridad. Cuando Paul me llevaba a pasear por la playa, o cuando Max, en un raro momento de lucidez, me tomaba la mano y susurraba mi nombre, sentía que el mundo era un lugar mágico, lleno de posibilidades. Esos instantes eran como estrellas fugaces, breves pero intensos, que me recordaban que aún había vida más allá del hospicio.


El sacrificio era nuestro pan de cada día. Mi madre sacrificaba su tiempo, su salud, su felicidad por Max. Yo sacrificaba mi adolescencia, mis sueños de ser una chica normal, para estar a su lado. Pero el mayor sacrificio llegó cuando Max, en un suspiro final, nos dejó. Fue como si el sol se apagara, dejando solo un vacío frío y oscuro.


Pero la vida, como las fábulas, tiene sus propias lecciones. Aprendí que el amor es un lazo que nunca se rompe, ni siquiera con la muerte. Aprendí que la tristeza es parte del camino, pero no el final. Aprendí que la euforia puede encontrarse en los lugares más inesperados, y que la rabia, aunque dolorosa, puede ser un motor para el cambio. Y sobre todo, aprendí que el sacrificio, cuando se hace por amor, es un acto de valentía.


Ahora, cada vez que miro el sol sobre Suncoast, recuerdo a Max, a Paul, a mi madre, y a la chica que fui. Y sé que, aunque el camino fue duro, cada emoción, cada lágrima y cada risa, me hicieron quien soy hoy: una persona más fuerte, más sabia, y siempre, siempre, amando a mi hermano.

¿Alguna vez quisiste ABANDONAR a un ser querido? | SUNCOAST
Ivan Carvajal 31 de agosto de 2025
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