Mi nombre es Hen, y vivía con mi esposo Junior en una granja aislada, en un mundo donde el cambio climático había convertido la tierra en un lugar casi inhabitable. La granja era de su familia, un legado que él se negaba a abandonar, pero entre nosotros las cosas ya no eran como antes. Nuestra relación se había vuelto tensa, distante; yo me sentía sola, atrapada en un silencio que él ya no sabía romper.
Todo cambió un día cuando un hombre llamado Terrance llamó a nuestra puerta. Era un representante de OuterMore, una corporación espacial, y nos dijo que Junior había sido seleccionado para un programa de colonización espacial. Sentí que el suelo se abría bajo mis pies; la rabia me quemó la garganta y luego la pena me ahogó al darme cuenta de que se llevarían lo único que me ataba a este lugar. Junior partiría a una estación espacial, parte de un experimento para habitar otros mundos, y yo me quedaría atrás.
Como compensación, Terrance nos ofreció algo que sonaba imposible: una réplica de Junior, un ser artificial que no solo se parecería a él, sino que llevaría sus recuerdos, sus gestos, sus emociones. Acepté, más por desesperación que por convicción, esperando que al menos pudiera llenar el vacío que su ausencia dejaría.
Cuando la réplica llegó, me dejó sin aliento. Era Junior en cada detalle: su voz, la forma en que inclinaba la cabeza, incluso la manera en que sus ojos buscaban los míos. Pasamos días juntos, y poco a poco, sentí que me enamoraba de él, no como una máquina, sino como la persona que Junior había olvidado ser. Era cariñoso, atento, todo lo que yo había añorado. Por primera vez en años, no me sentía sola.
Pero entonces, el verdadero Junior regresó. Mi corazón se partió en dos, atrapado entre el hombre que había sido mi esposo y esta versión que me había devuelto la esperanza. No quería perder a la réplica, que me había dado tanto en tan poco tiempo, pero la corporación no me dio opción: se la llevaron, como si fuera un objeto desechable. Me quedé con Junior, el de carne y hueso, pero algo entre nosotros se había roto para siempre. Él se volvió más frío, más insoportable, y yo no podía dejar de pensar en lo que había perdido.
Al final, tomé una decisión: me fui. Dejé la granja, a Junior, todo lo que conocía, para buscar esa felicidad que se me había escapado entre los dedos. No sé si la encontraré, pero sé que no podía quedarme. Espero que Junior, allá en su soledad, encuentre alguna paz, aunque sea sin mí. Porque, de alguna manera, ambos fuimos reemplazados: él por una sombra artificial, y yo por el eco de lo que un día fuimos.